
Tras un irritante pitido se cierran las compuertas, ojos tristes de quien se queda atrás.
Mi mundo se mueve, todo se sacude como una serpiente intentando huir de un depredador.
Cuerpos sin mente se encierran en un espejo que refleja todo un mundo como si fuera la nada.
Conversaciones absurdas te abofetean una tras otra.
Compartes un pútrido aire con gente que ignoras que no conocerás, su valor es el mismo que una hoja en el suelo en pleno otoño. Hay un fuerte trafico de ida y venidas en un ciclo de pitidos y golpes de puerta que solo llega a su fin cuando tú lo decides pero no cuando tú quieres.
Alberto Bayón-Cerezo.
Responder